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Del inconveniente de haber ido al sur

La periodista y escritora Milia Gayoso crea un montaje femenino dramático de las visiones de una adultez cristalizada, atravesada por la edad de la menopausia y las fijaciones de juventud que se topan en un escenario pandémico desalentador y nefasto.

 

De la pluma y el puño de la narradora local, Me iré llorando hacia el sur intenta ser una historia con retazos de mujer. Construida en primera persona y estructurada en capítulos cortos, narra la historia de Gema Pereira, sexagenaria, contemplando su vida y transcurriendo el camino de la adultez, cuando las hormonas, la menopausia, la decadencia en la situación matrimonial, el compromiso de un sueño juvenil y la muerte transcurren.

Gema Pereira se presenta como una mujer casada, madre de tres hijos, recientemente jubilada de una agencia publicitaria, insatisfecha, atropellada por la adentrada edad de los cambios fisiológicos naturales que comienzan a afligir su condición mental y física, haciéndose preguntas como una niña curiosa en su etapa temprana de descubrimientos. «¿Qué me falta para ser feliz?», es la cuestión que aflora en el pecho de la protagonista, casi en forma de eco redundante. Refugiada en la escritura, con la intención de cambiar de aires, a uno más frío, es prófuga de una realidad que le roba el sueño, una realidad de depresión y desconfianza, síntomas del proceso menopaúsico que la aqueja.

En contraste con su presente, cuenta una historia trágica y demandante por las penas del pasado. Gema reconstruye sus pasos y señala las etapas que fueron clave en sus decisiones. Víctima y heroína, atada al amor de un hombre cálido, sereno y seguro, expone las lamentaciones y las desventuras que había sufrido y disfrutado a su lado, además de otros sinsabores que han acrecentado su desconfianza. Aun con tales vivencias, no deja de ser un personaje romántico, dueña de sentimientos fregados en poemas que ella misma escribe y menciona, citando a Neruda, Loynaz, Ibarbourou, casi como enjugándose en sus palabras.

Profundiza en las remotas aguas del pasado, casi como un personaje más, acompañando la historia a través de los sentimientos que afloran en el momento. A través de la analepsis elabora un viaje homérico hacia distintos puertos entre la memoria y la cotidianeidad, donde escarba respuestas y construye la idea de la búsqueda del «sur». Con un lenguaje coloquial muy discreto, es una narración fácil de comprender, por momentos en jopara característico de nuestra idiosincrasia lingüística. Contiene descripciones claras, sin rellenos exagerados, adornados por imágenes fijas, sin mucho tallado estético.

En esta novela experimental, una quimera se forma a partir de la ficción y los apuntes sueltos que la autora dispone en un «cuaderno de memorias» que actúa como una pausa narrativa, contando diferentes historias cortas, innecesarias. Si bien su aporte al contenido interno puede ser noble, desgasta la experiencia de lectura. Da la forma de una novela indefinida, que propone ser y no logra concretarse. Sin mencionar los errores en la corrección textual, el texto desborda en insípidas descripciones, cual diario de novedades; los segmentos de pausa que propone el «cuaderno de memorias» actúan como relleno en una narración descriptiva que se lee rápido, pero de una forma casi irritante y áspera.

Una idea presente del «sur» es uno de los intereses preponderantes de esta novela. Rememora la idea de Borges y el sur, donde puede cuestionarse la veracidad del tema. ¿Qué podría representar este viaje al sur a la lejanía de la Patagonia fría? ¿Acaso un escape de la realidad, de la muerte? Es una proposición válida a la finalidad borgiana, pero no resuelve la incertidumbre de la protagonista, recóndita en un halo de individualismo.

La autora, en casi toda la extensión de su obra, marcada por historias y personajes mujeres, como en Malva en flor, En el parque de Gaudí y otros trabajos, contribuye una visión casi siempre romantizada del espectro femenino, con historias absorbidas por la ficcionalidad que transportan al lector común por una historia de supervivencia, desamor o lucha, sin un desafío real para el ejercicio de la lectura.

Según Michael Haneke, «(…) el arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas que siempre parecen sospechosas, incluso peligrosas». Me iré llorando hacia el sur utiliza una historia que transcurre en un escenario actual, la pandemia, como elemento colateral hacia el trayecto final de la narración. Haciéndose fiel al retrato de no ficción casi factible, en vez de plantear cuestiones filosas, decrece en la ejecución, endeble, sin dejar nada más que respuestas dudosas y simplistas al lector. 

Milia Gayoso intenta reivindicar las historias de las mujeres, ejerciendo con compromiso la voz femenina. Gema toma el mismo papel, buscando en la existencia un precedente simbólico, lo cual es meritorio. En cambio, no hace justicia a la experiencia de lectura. La personaje involuciona, atrapada en el presente que es pasado y futuro oscuro. El sur es un lugar inexplorado, un enigma y una fantasía de muertos en vida, donde la literatura nacional se posiciona en tiempo y espacio, y donde la palabra aún constituye un faro apagado.

La literatura del Paraguay, rebosante en temas mas no en calidad, intenta innovar el escenario narrativo con llamativas y rimbombantes obras que, tras la apariencia visual, esconden una mala ejecución. Sin embargo, la literatura firmada por paraguayas sigue teniendo un espacio para el desarrollo exponencial. Desde Josefina Plá, algunas soberanas representantes del arte literario siguen tejiendo una esperanza de renovación de la poética y la narrativa nacionales, con la debida pertinencia y competitividad, rivalizando y promoviendo un escenario serio, con efectiva frescura para desplazar las tesis de siempre: guerras, dictadura, política y mortuorio discurso religioso.

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1 Comentario
  • Silvia Marcela Fleitas Alonso
    septiembre 23, 2022

    La reseña es atrapante, invita a la lectura inmediata de la historia de esta mujer, protagonista de «Me iré llorando hacia el sur».

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